miércoles, 2 de diciembre de 2009

Papel Ácido

Soy un admirador del formato digital para la distribución de contenidos escritos, ya sean libros o revistas. Hasta ahora, el problema consistía en encontrar los soportes adecuados para una lectura óptima, lo que realmente se podía considerar un problema. Las pantallas CRT, TFT o LCD eran, son, una tortura para la vista. Eso ya está solucionado, primero con los lectores eBook y más adelante, con el ePaper, que será el verdadero competidor del papel impreso convencional.


Una de las quejas de los lectores tradicionales es que almacenar libros es un verdadero placer. Poder manosearlos, ojearlos y tocar los volúmenes. Comprar libros, abrirlos y oler la tinta y el papel impreso nuevos. Bueno, estoy de acuerdo. Es una de las razones por las cuales escogí trabajar en la industria Gráfica. Siempre ejerció cierta fascinación sobre mí. Mi biblioteca es considerable. Sin embargo, una tarjeta SD es tan volátil, tan etérea... ¿o no? Pero, ¿alguien que haya adquirido ediciones de bolsillo hace diez o quince o veinte años a vuelto a abrir esos libros? Se están autodestruyendo. Las páginas amarillean, se secan y se vuelven quebradizas. En poco más de veinte años, todos esos libros elaborados con papel offset del económico ya no existirán. ¿En qué lugar queda el eBook? Nuestro patrimonio se convierte en polvo mientras que  dos click de ratón podemos volcar nuestros ePub, PDF o Doc en los discos duros del PC (que probablemente también acaben rotos u obsoletos). Es probable que el papel couché se salve del desastre, pero, ¿tendrá buena calidad  o será un  couché máquina con un cepillado rápido para obtener brillo y colas ácidas? Éste también acabará deshecho. Solo el exterior alcalino de un buen papel couché de tres o cuatro cepillados se salvará y, señores, en este mundo tan competitivo hace tiempo que dejé de ver ese papel  excelente porque eso encarece el producto final.

Es un problema mundial. Nuestro patrimonio escrito se deshace ante nuestros ojos. ¿La razón?: el papel ácido.

A mediados del siglo XIX la demanda mundial de producto impreso y el avance tecnológico de la imprenta y el huecograbado generaron una creciente industria papelera. Se investigó un sistema de producción de papel barato y eficaz que atendiese esta voraz demanda. La pulpa de la madera se convirtió en papel blanco mediante complejos procesos químicos y mecánicos que le otorgaban blancura y estabilidad. La colofonía, un derivado de resina que se usa para el encolado de las fibras y la estabilidad del pliego, el dióxido de cloro, el hidrosulfuro, el ozono y muchos más elementos para blanquear. Todos ellos con un PH bastante bajo. El resultado es un papel excesivamente ácido, muy usado hasta los años 80 del pasado siglo y que aún hoy se usa con profusión, sobre todo en entornos donde el precio prima sobre otros parámetros y el destino no es que perdure. Ésta acidez reacciona con el oxígeno del aire, degradando la celulosa mediante oxidación, aunque también se da, a menudo a la vez, la hidrólisis ácida, acelerada por un exceso de humedad. Con un peligro tan evidente se llegó a la conclusión de que eran necesarios impresos en papel libre de ácido. La norma ISO 9706, papel sin ácido y sin lignina, regula este sistema de producción. Poco a poco se va extendiendo. Se puede decir que hoy en día, ya contamos con una gama amplia de papeles acid free con suficiente reserva alcalina como para durar dos o tres siglos con un almacenamiento estándar.

El problema son los productos impresos que sufren ahora este problema. Hoy en día, muchas e importante bibliotecas en el mundo acometen costosos sistemas para salvar sus volúmenes y volver neutro el PH del papel. Se puede considerar un negocio al alza el salvamento de ingentes cantidades de documentos de mayor o menor importancia. Incluso la Biblioteca del Congreso de Washington estimaba que el 98 % de sus 15 millones de libros se encontraban en peligro debido al papel ácido y era necesario un proceso de alcalinización.


Por lo tanto, ya sabemos más sobre el problema del papel ácido y sobre sus consecuencias. De todos esos libros que atesoramos, pocos tendrán un futuro halagüeño. Afortunadamente,  todos esos volúmenes cuyas hojas amarillean y se vuelven quebradizas en nuestras baldas pueden ser salvados. Últimamente, he visto productos bastante eficaces que por un módico precio puede salvar nuestros documentos. La primera medida sería disponer de un rotulador de rojo de clorofenol con el cual comprobar si nuestro documento sufre el problema de acidez. Si es así, existen sistemas rápidos para aumentar la alcalinidad en formatos spray.

La tecnología para salvar nuestro legado está ahí, usemosla para salvar nuestra información.

Un saludo.
 

2 comentarios:

  1. Hola me parecio muy interesante la información que pones aqui, es la razon que los libros se pongan amarillos, sin embargo me surge una duda a en el caso del papel de las revistas, que se hacen en papel couche supongo que el metodo de fabricacion es diferente o sigue los mismos estandares, lo hay tambien con ácido y sin el

    saludos

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  2. Generalmente el papel de las revistas es de bastante mala calidad. Básicamente, la pasta de papel sufre un calandrado intenso para darle ese brillo, similar al cuché, pero en realidad no lo es. No va a disponer de la protección de una capa de estuco alcalino. Lo único que lo va a hacer más duradero es que durante la fabricación de la pasta básica no se use ácido.

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