«La tecnología elimina más puestos de trabajo que los que puede crear»,
Vassily Leontief (premio Nobel de Economía en 1973)
Desde hace unos meses, he estado meditando sobre las causas
de una crisis tan larga y duradera y las causas subyacentes que la están
provocando. La lectura de ciertos libros, como las Torres del Olvido, de George
Turner, me han ayudado a llegar a una conclusión personal. Esta crisis, lejos
de ser coyuntural, es una crisis estructural, una depresión sistémica del
capitalismo tal y como lo conocemos.
En el siglo XIX, el inicio de la industrialización comenzó a
generar varios tipos de cambios profundos en la sociedad que aún se mantienen.
La demanda de mano de obra en la incipiente industria provocó una transferencia
de población del campo a las ciudades, que crecieron en poco tiempo. Esta fase
todavía está activa en muchos países que se encuentran en plena fase de
industrialización, como amplias regiones de África, Asia y Sudamérica. Bien, esto no era problema porque la
necesidad de mano de obra era ingente y era muy fácil absorber a todo este capital humano. Este hecho
concreto lo tenemos muy cercano con el desarrollo de la industria del hierro y
el acero en Bizkaia a finales del siglo XIX y gran parte del XX.
Pero, poco a poco, estamos entrando en una nueva era
tecnológica. La
Era del Conocimiento ha propiciado que la información viaje a
mucha velocidad por redes interconectadas como Internet. Esto a su vez ha
provocado que ciertos servicios profesionales susceptibles de “viajar”
fácilmente a través de estas redes se puedan contratar en naciones con mano de
obra más barata que en donde la empresa contratante tiene su origen. Así,
cualquier empresa de software puede tener empleados programando en la India,
contratar diseñadores gráficos en Argentina, imprimir la papelería en China y
tener las oficinas en Bilbao. En otros ámbitos, también se está produciendo una
explosión del desarrollo de la robótica que está automatizando muchas tareas
que antes necesitaban mano de obra, en algunos casos cualificada. Yo conozco
bien las Artes Gráficas y puedo decir que hace diez años, producir un impreso
desde un original necesitaba un mínimo de tres o cuatro personas porque la
preparación de los materiales era laboriosa y lenta y se realizaba en bastantes
etapas. Esto encarecía sensiblemente el producto. Hoy en día, un operario en un
puesto informático, puede realizar
10,
15 o 20
planchas en un
CtP desde un
original digital, sin levantarse de la silla y en un tiempo relativamente corto.
Y últimamente, con la impresión digital, ni eso. Directamente al papel a través
de un sistema de impresión de dato variable. Una imprenta de cuatro operarios
en la actualidad tiene la capacidad de producción de un negocio de cien personas de hace tres
décadas, sin exagerar.
Y viendo las
últimas novedades en trenes de encuadernación, podemos afirmar que en breve
esta afirmación se quedará corta. Esto es extensible a muchas áreas de la
producción industrial. No hace tantos años, delineantes, troquelistas e
ingenieros eran personal muy valorado en las empresas del metal o el diseño industrial.
Hoy en día, el software de diseño técnico en 3D
se ha estandarizado notablemente, así como la
máquina herramienta que ,con un solo operario y un ordenador, puede realizar
operaciones antes laboriosas y lentas que implicaban a un equipo de trabajo
completo con mucha experiencia. La sanidad se está automatizando también de
manera increíble, sobre todo en los laboratorios donde docenas de
técnicos han sido reemplazados por maquinaria de análisis totalmente automatizada.
Todas estas señales indican que en las
próximas décadas se generará un paro estructural bastante importante, motivado principalmente por
el desarrollo tecnológico que está reduciendo la mano de obra
necesaria para el desarrollo de muchas tareas. Este paro se cebará en operarios de oficios "manuales" y trabajos con un uso de mano de obra intensiva. España
burló esta transformación global engañándose a sí misma, volcando el desarrollo
en la construcción, la agricultura y los servicios, algo con un bajo
valor añadido. Evidentemente el tema nos explotó en la cara con más
virulencia que a nuestros vecinos, no obstante, no hay que engañarse, tarde o
temprano íbamos a llegar a esto. El sector industrial y la agricultura,
sectores donde la robótica está aumentando drásticamente la capacidad de
producción, ha ido perdiendo empleo por este motivo durante décadas, el
sector servicios logró absorberlo, pero esto es evidente que no va a seguir
siendo así. Nuestra penitencia consistirá en sufrir los cambios en menor tiempo
que nuestros vecinos.
Bertrand Russell, en 1932, ya anticipó esta crisis y
adelantó que era una evolución del sistema capitalista, aunque no llegó a
describir que traumática podría llegar a ser la transición de uno a otro. Él
adelantó que las jornadas laborales en un mundo automatizado deberían de ser
como mucho de
cuatro horas. Y no es entrar en planteamientos marxistas, sus
teorías desechaban el comunismo como un sistema inoperante. El “desempleo
tecnológico” está aquí y está para quedarse.
El mercado globalizado y el sistema económico neoliberal, aplicando reglas
obsoletas
va a retrasar la toma de las
medidas adecuadas para entrar en esta nueva era. Un ejemplo es China, donde su crecimiento está basado en un uso intensivo de mano de obra "barata", con escasos derechos laborales y medioambientalmente insostenible, modelo abocado al fracaso a medio y largo plazo.
Jeremy Rifkin explica la
situación perfectamente en su libro El Fin del Trabajo. Es necesario entrar en
una nueva era posmercado puesto que el modelo tradicional no va solucionar nada, mas bien agravará la situación, tensionando el sistema con el riesgo creciente de una fractura social traumática. Este escenario sería muy
peligroso debido a lo impredecible de la respuesta de una sociedad hastiada y sin esperanzas.
Si alguien quiere anticipar lo que puede suceder en los próximos años si nadie reacciona con cordura a esta depresión que sufrimos, puede leer
Una Princesa en Berlín, de Arthur R.G. Solmsse.Porque como decían los viejos romanos,
no hay nada nuevo bajo el sol.
Un saludo.