La corrección de estilo es un oficio antiguo, que apareció de la mano de la imprenta en el siglo XV. Es, a su vez, un trabajo humano, porque aunque hoy los ordenadores nos corrigen la ortografía al instante, ningún software hoy en día es es capaz de controlar el estilo y
el significado de un texto, así como el mensaje que desea transmitir. Corrector de estilo y censor, lamentablemente han sido lo mismo durante largas y oscuras etapas de nuestra historia nacional.
No es una ciencia,
sino un arte empíricamente fundamentado: dentro de las reglas que nos ofrecen las normas del lenguaje, hay muchas soluciones gramaticales, todas ellas válidas, cuyas bifurcaciones estarán determinadas por las
circunstancias, las posibilidades y hasta la creatividad de los técnicos involucrados en el proceso. La corrección de estilo es un trabajo muy técnico que necesita
paciencia, precisión y una sólida argumentación sobre la toma de
decisiones. El que se se atreve a ser un corrector debe aprender su oficio, delimitar su campo de acción y explicar claramente sus reglas de trabajo para generar cierta compenetración de ideas con las
personas a quienes les ofrece sus servicios de corrección.
La corrección de estilo básicamente representa el proceso de revisión, limpieza y "pulido" del texto para que su lectura sea fluida (clara), exacto (transmisión correcta al lector de las ideas), coherente
(desarrollo del texto) y uniforme (política editorial/autor aplicada en toda la obra).
Para realizar esta función,
el corrector deberá purgar los errores gramaticales, ortográficos y
ortotipográficos, así como lograr unidad y consistencia en los aspectos
relacionados con un adecuado y correcto uso de la lengua, como sintaxis,
ortografía, semántica, reiteraciones léxicas o eidéticas, redundancias
innecesarias, ambigüedades, contradicciones, uso de mayúsculas, signos,
puntuación y acentuación, topónimos erróneos y erratas diversas. Se aplicarán también las normas de la editorial o
el cliente, procedentes de un manual previamente convenido, un documento de
lineamientos o de las instrucciones específicas por parte del editor a
cargo.
Lamentablemente, todo esto ha pasado a la historia en las artes gráficas. Por lo menos en las imprentas no especializadas en la edición. Cuando estudié Impresión, todavía quedaban maestros correctores en el Instituto, muy versados en el oficio. Procedían de la universidad, letras, aunque eran años de trabajo en la imprenta el que les había ofrecido la experiencia. Nos enseñaron los rudimentos, porque tampoco llegaba a más en un trimestre: corrección sobre galeradas con tres bolígrafos de colores, anotando, tachando, añadiendo según qué elemento en diferente color y corrigiendo páginas completas en pocos segundos. Sobre todo recuerdo que dos faltas de ortografía, incluida acentuación, era causa de suspenso y fue una de las asignaturas más duras para algunos de nosotros. Cuando comencé a trabajar en mi empresa, todavía recuerdo que tuve una conversación con el guillotinero. José Antonio Garay, hoy ya jubilado. Recordaba con cariño, y aún afirmaba serlo con orgullo, cajista de imprenta y corrector. Me explicó como el negocio hace años tuvo una época en la cual hacían bastantes libros y corregía los textos, siempre pegado al María Moliner de tapas ajadas por el uso que todavía conservaba. En aquella época se pedía a la linotipia textos extensos y en la plano-cilindro se sacaban las pruebas. Eran los buenos tiempos de la imprenta. Lo cierto es que el devenir en el tiempo de las artes gráficas, siempre en descenso, considero, acabó poco a poco con todos estos expertos en corregir y/o encauzar el trabajo "en bruto" de los clientes. ¿Pero cual ha sido la causa? Abaratar costes, reducción de plazos de entrega y una competencia feroz y mal entendida ha provocado que el negocio vea inasumible sumar los precios de estos profesionales al producto final. Hoy en día controlamos la ortografía, con un corrector automático, y poco más. Craso error.
Porque en pleno auge de la autoedición, de la democratización del diseño casero, del precio del impreso como único factor de selección de imprenta, lo que sale de muchos negocios gráficos es auténtica basura. Diseños horrendos, colores mal escogidos y conjuntados, textos ásperos que poco o nada inspiran, a no ser un bajo nivel cultural del autor; un nivel paupérrimo, en resumidas cuentas.
Y de esta manera tan simple, seguimos destruyendo el oficio que tantos profesionales, durante imnumerables años, han mimado desde sus puestos de trabajo, antes que nosotros. Y solo nos queda asistir a la liquidación de una forma de trabajo basada en la excelencia y el buen hacer. Y que, supongo, solo vendrá a hacer más pesada nuestra la lápida en el futuro...
...porque algún día, muchos considerarán prescindible unas empresas que solo se dedican a manchar papel a precios económicos, sin ofrecer ningún servicio añadido digno de referencia. Porque para eso ya tenemos la impresora láser y el corrector de Word, ¿no?
Un saludo.
sábado, 23 de junio de 2012
martes, 5 de junio de 2012
PDF/X
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Volvemos a la problemática de los archivos enviados a la imprenta no generados con formatos optimizados para ésta ¿Transparencias? Cada vez son más comunes en los PDF que se mandan a imprimir, y la problemática aumentará debido a los nuevos formatos PDF/X-4 y PDF/X-5 que las admiten. Pero claro, esto supone que debes de tener el software de tu RIP al día...
Yo lo que creo es que
gastarse un dineral en actualizar un RIP que funciona bien solo porque no
admite transparencias me parece una locura en los tiempos que corren. Hace
años, tal vez sería viable, pero hoy en día, actualizar los RIP con el coste
que eso conlleva creo que está descartado para la gran mayoría de las MPYME del
sector gráfico debido a la crisis. Con la que está cayendo al final acabas
trabajando con gente que no suele ser la habitual y cada vez hay más problemas.
Y los plazos suelen ser cortos. El pitstop suele tragar casi todo, pero tiene
un límite...
El problema es que muchas
agencias de diseño se convierten en clientes, la imprenta no tiene contacto con
el receptor final del producto, y parece que hay que aceptarles todo, porque el
mundo de las artes gráficas hoy en día va a degüello con los precios. Y es
cierto que muchas trabajan todavía con el freehand, que es arcaico. Y cada vez
hay más transparencias y más PDF generados desde Office o Publisher, con todo
tipo de errores...Las hay que trabajan bien, no vamos a generalizar...
El problema de fondo son las
gerencias gráficas que dieron preferencia en años preteritos a la compra de
maquinaria offset pesada por valor de cientos de miles de euros, CtP avanzados
y también muy caros, endeudándose hasta las orejas mientras al mismo tiempo
mantenían/mantienen en la preimpresión desfasados freehand o Photoshop
pirateados y personal sin los conocimientos actualizados. ¿Cuantos operarios de
preimpresión conocemos que se aferran todavía al freehand por no molestarse en
aprender programas nuevos? En su día les costó bastante actualizarse, pasar de
la película/celo al mac/freehand, y se han quedado ahí. Clavados. El PDF/X es
uno más de los jalones del camino al desastre de la empresa gráfica española. Si
se hubiese organizado una formación continua sólida en el sector y se premiase
la excelencia en su trabajo al personal que se ha preocupado por actualizarse
otro gallo habría cantado. Pero no ha sido así.
No soy optimista. Si la
introducción del PDF/X-1a ha sido un fracaso, con un uso cercano al 20% en el
mercado nacional tras más de una década entre nosotros, es que esto no va a
mejorar con PDF/X más complejos, como el PDF/X-4. Y con las transparencias ya rematamos el tema.
Auguro una introducción residual del PDF/X-4 la próxima década. Creo que el
PDF/X-3 ganará cuota lentamente, sin grandes excesos tampoco, claro.
Desesperado, no sabes si el
que está equivocado es uno mismo y esto de pedir PDF/X es predicar en el
desierto. Y no lo entiendo, la verdad, pero es así. Y al final, yo llego a la
conclusión de que España no se trabaja lo bien que se debiera y estamos realmente atrasados. Falta
formación. Falta amor por el trabajo, menos arrogancia y más fomentar la excelencia.
Un saludo.
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